Maj Sjöwall & Per Wahlöö

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MAJ SJÖWALL & PER WAHLÖÖ Eleberri beltzaren Berritzaileak

Novela negra de denuncia social


Aurkibidea1 1. Biografía. Wikipedia.

2. Maj Sjöwall & Per wahlöö-ren argitaratutako liburuak 3. Suediako egoera sozio-politikoa Hirurogei eta Hirurogeita hamargarren urteetan . Wikipedia. 4. Martín Beck insoektorearen saila. Wikipedia. 5. “Martin Beck - Per Wahlöö eta Maj Sjöwall”. Alice Silver 6. Idazlanen argumentua. Wikipedia. 7. Telebistarako moldaketak. Wikipedia. 8. “La serie de Martín Beck” de Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Mariano Hortal|Lectura y locura 9. “El hombre que se esfumo” idazlanaren hitzaurrea . Val Mcdermind 10. "La mayoría de escritores nórdicos son nefastos". Aurora Intxausti | El País. 11. “El verdadero crimen es el de la socialdemocracia sueca con la clase trabajadora”. Rosa Mora Barcelona. 12. En connivencia con lo peor. Lorenzo Silva. 13. Genealogía de la novela nórdica de denuncia social. Paula Corroto. Publico.

Indice

8. Biografía. Wikipedia.

9. Libros publicados de Maj Sjöwall & Per wahlöö. 10. Situación socio-política de Suecia en los años sesenta y setenta. Wikipedia. 11. La serie del inspector Martín Beck. Wikipedia. 12. “Martin Beck - Per Wahlöö y Maj Sjöwall”. Alice Silver 13. Argumento de las obras. Wikipedia. 14. Adaptaciones para la televisión. Wikipedia. 8. “La serie de Martín Beck” de Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Mariano Hortal|Lectura y locura 9. Prologo de “El hombre que se esfumo” . Val Mcdermind 10. "La mayoría de escritores nórdicos son nefastos". Aurora Intxausti | El País. 11. “El verdadero crimen es el de la socialdemocracia sueca con la clase trabajadora”. Rosa Mora Barcelona. 14. En connivencia con lo peor. Lorenzo Silva. 15. Genealogía de la novela nórdica de denuncia social. Paula Corroto. Publico.

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1. Biografía. Wikipedia.1 1


Maj Sjöwall. Estocolmo, 1935 Trabajó como periodista y posteriormente en una editorial donde conoció a quien después sería su marido Per Wahlöö, con el que escribiría diez novelas en colaboración. Se dedica a la traducción. Además de escribir algunas novelas independientemente, es conocida por la colaboración que se ha mencionado. Cultivó la novela policíaca con el desarrollo habitual del género pero aprovechando para hacer crítica social del sistema político sueco y del capitalismo en general. Su escritura es muy concisa y de extraordinario dinamismo.

Per Wahlöö. Halland, 1926 - Malmö, 1975. Per Fredrik Wahlöö, nació en Tolo, parroquia del municipio de Kungsbacka, Halland, Suecia. Después de graduarse en la Universidad de Lund en 1946, trabajó como periodista cubriendo las secciones de sociedad y sucesos para numerosos periódicos y publicaciones. En los años 50 Wahlöö se comprometió con la causa política más radical de Suecia, lo que le llevó a su deportación hasta la España de Franco. A su vuelta a Suecia escribió numerosos guiones para radio y televisión y entró como editor en varias revistas hasta convertirse en escritor a tiempo completo. Como novelista, Wahlöö debuta con Hövdingen (The Chief, 1959), primera parte de una serie de siete novelas y una colección de relatos breves sobre la Dictadura. Lastbilen (1962), la tercera parte de esa serie, fue publicada en Estados Unidos como A Necessary Action y en Gran Bretaña como The Lorry. Fueron seguidas por Uppdraget (La Asignación, 1963), otro brillante thriller situado en América Latina. El mismo año que Wahlöö y Maj Sjöwall co-escribieron Roseanna, la primera de la serie de novelas del detective Martín Beck, Wahlöö completó la más compleja de sus siete novelas de la serie de la Dictadura: Los generales, una intrincada historia en un estado militar. La serie de la Dictadura incluía también el thriller futurista Mod Pä 31: a VANINGEN (Asesinato en la planta 31, 1965), que fue llevado al cine en 1989 por el director R. W. Fassbinder; y Stälspranget (Steel Spring, 1968). El protagonista en ambas novelas era el Inspector Jefe Jensen. Gano el premio Edgar de los Mystery Writers of America a la mejor novela. En 1961 Per Wahlöö conoció a Maj Sjöwall. Esto marcó el inicio de una colaboración que los situaría en el podio de escritores de novela negra del momento. Per estuvo casado en dos anteriores ocasiones: con Inger entre 1954-1957 y posteriormente con Sylvia, con quien tuvo a su hija Annikki (nacida en 1962). Con Maj Sjöwall, a pesar de que no llegó a casarse, tuvo dos hijos: Tetz (1963) y Jens (1966). Per Wahlöö murió de cáncer de páncreas en el hospital Sankt Pauli de Malmoe en 1975, semanas antes de la publicación de Los terroristas, la última novela de la serie de Beck. «Las diez novelas del inspector jefe sueco Martín Beck creadas por Maj Sjöwall y Per Wahlöö durante los años 60 y 70 siguen siendo clásicos de la ficción policial. Estos dos autores cambiaron el género. Quienquiera que esté escribiendo género policiaco hoy en día está inspirado en estos autores de un modo u otro». Henning Mankell. «Los padrinos de la novela policíaca escandinava». Jo Nesbø.

2. Libros publicados de Maj Sjöwall & Per wahlöö.


3. Situación socio-política de Suecia en los años sesenta y setenta.2


En la década de 1960, cuando comenzó la saga de las investigaciones del inspector Martín Beck, Suecia era un país próspero. De hecho, tras Suiza, la nación europea con el mejor nivel de vida. Era un estado muy industrializado, importador de materias primas y energía, y exportador de productos manufacturados. Su neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial benefició la economía, que no sólo no había sido destruida o convertida en una economía de guerra sino que se había ampliado y modernizado. Políticamente, el país estaba regido desde la década de los treinta por el Partido Social Demócrata, líder en todas las categorías del estado de bienestar. Las desigualdades sociales eran escasas y la población inmigrante casi inexistente (con excepción de la inmigración finlandesa). En este contexto aparentemente idílico, durante diez años Per Wahlöö y Maj Sjöwall se las ingenian para mostrar lo que había detrás del escenario, todos los errores tradicionalmente ignorados, pero cuya existencia misma probaba que el famoso "modelo sueco" era una farsa en muchos aspectos. Wahlöö definió su trabajo y el de su pareja como "un bisturí para abrir el vientre de una ideología empobrecida y exponer la cuestionable moral burguesa del pseudobienestar". Interesados en la Criminología e impulsados por una fuerte motivación política, pues ambos formaban parte del Partido Comunista sueco, rápidamente se decidieron por la redacción de novelas policíacas, que fácilmente pueden capturar la atención del lector al tiempo que permiten el desarrollo de un debate intelectual. A través de una historia clásica de detectives, pero con una profundización en los aspectos sociales y psicológicos de la trama, la pareja publica en 1965 Roseanna, tratando de expresar su visión del mundo en general y de la sociedad sueca de la época en particular. La disección inexorable que la pareja realiza sobre la sociedad sueca en descomposición se manifestará de modo claro en la década de 1980, cuando el famoso modelo social comience a romperse con los embates del liberalismo económico. Las diez novelas que forman la serie de investigaciones de Martín Beck fueron publicadas en Suecia entre 1965 y 1975. La serie fue detenida tras la muerte de Per Wahlöö ese último año y su pareja no volvió a publicar ninguna otra obra.

4. La serie del inspector Martín Beck. N.º Año Título en español 1.º 1965 Roseanne 2.º 1966 El hombre que se esfumó 3.º 1967 El hombre del balcón 4.º 1968 El policía que ríe El coche de bomberos que 5.º 1969 desapareció 6.º 1970 Asesinato en el Savoy El abominable hombre de 7.º 1971 Säffle 8.º 1972 La habitación cerrada 9.º 1974 El asesino de policías 10.º 1975 Los terroristas

Título original en sueco Roseanne

Título en inglés Roseanne The Man Who Went Up Mannen som gick upp i rök in Smoke Mannen på balkongen The Man on the Balcony Den skrattande polisen Brandbilen som försvann

The Laughing Policeman The Fire Engine That Disappeared Murder at the Savoy

Polis, Polis, potatismos! Den vedervärdige mannen Abominable Man från Säffle Det slutna rummet The Locked Room Polismördaren Cop Killer The Terrorists Terroristema

5. “Martin Beck - Per Wahlöö y Maj Sjöwall”

Alice Silver|Mis detectives favoritos.


Martín Beck lleva 23 años trabajando como policía. En 1968 es comisario de la Brigada Nacional de Homicidios de Estocolmo. Se describe a si mismo como un individuo alto, de apariencia siniestra, rostro demacrado, frente ancha, mandíbula poderosa y ojos tristes, de un color azul grisáceo. No se cuida, fuma constantemente cigarrillos Florida, bebe café, come mal. Casi siempre está enfermo, ya sea resfriado o con continuos dolores estomacales. Casado con Inge, tras 17 años de convivencia y reproches su matrimonio se ha ido deteriorando. Como tantos policías de libro, su familia siempre ocupa un segundo plano por culpa de su trabajo. Al comienzo de la serie su hija Ingrid tiene 14 años y 10 su hijo Rolf. A medida que trascurre irá aumentando su complicidad con la primera y su rechazo hacia su hijo. En algunas novelas Beck trabaja solo, desbrozando con paciencia infinita la maraña de pequeñas pistas del caso. En otras colabora con sus compañeros. Son características de esta serie las reuniones y diálogos entre policías como metodología para avanzar en la resolución del crimen. Cada uno ocupa su papel y tiran de los distintos hilos sin saber cual es el que al final les conducirá a la solución. Sus colegas habituales son: - Lennart Kollberg, su íntimo amigo, de ideas socialistas, odia la violencia y terminará abandonando la policía. - Fredrik Melander, con una memoria prodigiosa. - Gunvald Larsson, ex-militar, un gigante que aterroriza con su mirada, capaz de derribar una puerta a patadas. Procede de una familia de clase alta y destaca por su manera de vestir. - Einar Röhn, procedente del norte de Suecia, casado con una sami, el más tranquilo de todos. - Kristiansson y Kvant, pareja de policías metepatas procedentes de Escania. Las novelas de Martín Beck nos muestran de primera mano la Suecia de finales de los 60 y principios de los 70, desde el cambio de sentido de la circulación y la desaparición de los tranvías, a las descontroladas remodelaciones urbanísticas; la moda del momento o las manifestaciones contra la guerra de Vietnam... Aunque a menudo se presenta a los autores como críticos con la sociedad del bienestar, vistos desde la perspectiva que dan 40 años, encontramos que su discurso está plenamente incorporado a la mentalidad actual: la denuncia de la orgía consumista de la navidad, el anti-americanismo conviviendo con la admiración por otras facetas de EEUU. Los ricos y poderosos beneficiándose de sus privilegios. El daño que causan las drogas... Retratan a los polis como una pandilla de asnos y teorizan sobre la policía como un mal necesario, pero los autores no pueden ocultar su simpatía por la serie de personajes que han creado. Sus obras son divertidas, te hacen sonreír con diálogos absurdos y reflejos de mentalidades extremas. Sus novelas están pobladas de personajes secundarios. http://detectivesdelibro.blogspot.com.es/2009/09/martin-beck-per-wahloo-y-maj-sjowall.html

6. Argumento de las obras. - Roseanne (Roseanne, 1965) - Esta es la primera de las diez novelas de la serie. Se presentan casi todos los personajes recurrentes de la serie, y por supuesto el protagonista Martín Beck,


entonces inspector jefe de la Policía Nacional asignado a la oficina de homicidios, a quien se encarga la investigación de la muerte de una mujer desconocida encontrada desnuda en un canal. - El hombre que se esfumó (Manen som gick upp rök, 1966) - Un hombre es encontrado muerto en un apartamento de mala muerte el día antes de salir de vacaciones Martín Beck, que al día siguiente debe dejar a su familia en la pequeña isla a la que acaban de llegar, porque es urgentemente llamado a Estocolmo, donde un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores le pide que deje sus vacaciones para investigar la desaparición de un periodista en Hungría al otro lado del Telón de Acero. - El hombre del balcón (Mannen på balkongen, 1967) - Esta novela trata de un tema poco presente en la novela policíaca de la época: la pedofilia. Martín Beck y su equipo siguen la pista de un asesino violador de niñas en Estocolmo, abrumado por el calor del verano. A nivel personal, vemos que las relaciones de pareja de Beck se relajan más y más sin que se sepa muy bien si esto es debido a la hiperactividad de Martín en el trabajo, o si esta hiperactividad trata de compensar el desastre emocional que es su vida privada. - El policía que ríe (Den skrattande polisen, 1968) - Mientras que toda la policía de Estocolmo está movilizada para hacer frente a una manifestación contra la guerra de Vietnam, dos de sus miembros descubren un autobús lleno de pasajeros masacrados con una pistola ametralladora. Entre las víctimas había un policía de la brigada de homicidios: Åke Stenström. Así comienza una de las mejores novelas de la serie en la que, además de la parte de investigación como de costumbre, Sjöwall y Wahlöö nos dan a ver impecablemente una Suecia, donde, bajo el disfraz de la democracia casi perfecta se ocultan las mismas infamias policiales y políticas que en cualquier otro lugar de Europa occidental (la novela se publica en 1968). Se realizó una adaptación cinematográfica estadounidense dirigida por Stuart Rosenberg en 1973, titulada San Francisco, ciudad desnuda. - El coche de bomberos que desapareció (Brandbilen som försvann, 1969) - Mientras está vigilando el apartamento de un tal Malm, ignorando por completo por qué fue puesto allí en una noche fría, el edificio explota literalmente en la cara del inspector Gunvald Larsson. Los periódicos dan testimonio de que actuó heroicamente para salvar las vidas de muchas personas, antes de que llegaran los bomberos. Hubo dos muertos, pero si el coche de bomberos no se hubiera perdido temporalmente por el camino, no habría probablemente más que heridos... aunque sin novela. - Asesinato en el Savoy (Polis, Polis, potatismos!, 1970) - Un magnate de la industria es abatido en el restaurante del Hotel Savoy en Malmö y el asesino puede huir sin que nadie tenga tiempo para intervenir. Martín Beck, ahora jefe de la brigada de homicidios - y a punto de romper con su esposa - se dirige hacia el sur de Suecia a echar una mano a su amigo el Inspector Jefe Per Mansson. Además de los personajes habituales, encontramos aquí los inenarrables Kvant y Kristiansson, una pareja más tonta que mala y la bella Asa Torrel, la antigua novia del policía Åke Stenström muerto en el ataque al autobús de un relato anterior, que no dejará indiferente a Martín Beck. - El abominable hombre de Säffle (Den vedervärdige mannen från Säffle, 1971) – Un asesinato realizado con una bayoneta se ha cometido en un hospital. Pero el muerto no es un cualquiera: es un policía, el Comisario Nyman, seriamente enfermo y con una esperanza de vida muy limitada. A lo largo de su investigación, Martín Beck y sus hombres descubren que


Nyman tenía la costumbre de usar métodos muy especiales con los sospechosos. Métodos que no eran compatibles con la ligera ideología de la socialdemocracia en Suecia, al menos en apariencia. Adaptación al cine del sueco Bo Widerberg en 1976: “Un hombre en el tejado”. - La habitación cerrada (Det slutna rummet, 1972) - Una mujer rubia cubierta con un gran sombrero asalta un banco y la situación se complica porque mata accidentalmente a un cliente. Unos días antes, un anciano fue encontrado muerto en el pequeño apartamento que ocupaba. Un suicidio, sin duda, sobre todo porque la habitación de la muerte estaba cerrada por dentro. Pero Martín Beck tiene una duda ... Y cuando un elemento vincula dos hechos, la duda se convierte en evidencia. Una novela densa con una conclusión teñida de amoralidad fortaleciendo un poco más profundamente el lado humano de los personajes. Hay una película belga sobre la obra, dirigida por Jacob Bijl en 1993. - El asesino de policías (Polismördaren, 1974) - Una mujer es asesinada de manera sórdida y su cuerpo arrojado a un estanque. Poco después, la policía de patrulla sorprende a una banda de ladrones de poca monta. Un tiroteo estalla y un policía quedó en el asfalto. Uno de los ladrones roba un coche para escapar. Regreso de un personaje ya enfrentado a Martín Beck en su carrera, se ve también la estupidez de la jerarquía policial, su exacerbado gusto por el poder y la sed de venganza cuando un miembro de la institución ha dejado su piel durante el servicio. Un libro feroz, donde Sjöwall y Wahlöö y poner en evidencia el mecanismo oficial, cada vez más pesimistas. - Los terroristas (Terroristema, 1975) - Un personaje importante de un país de América del Sur está realizando una visita oficial a Suecia; un comando de terroristas internacionales aparece al mismo tiempo; una chica idealista e ingenua joven descubre de pronto que su país no es el lugar ideal que le habían mostrado. A partir de estos tres elementos, los autores realizan una autopsia brillante de una sociedad, aún no muerta, pero ya en un avanzado estado de putrefacción. Este es sin duda la obra maestra de la serie, como si Per Wahlöö al comienzo del libro supiese que esta sería su última obra. Los personajes principales, sin excepción, operan en el filo de la navaja, dispuestos a caer en la nada.

7. Adaptaciones para la televisión. Además de las citadas películas, la televisión pública sueca ha co-producido en los años 90 una serie de seis películas para televisión con los personajes de las novelas): Roseanna, El coche de bomberos que desapareció, Asesinato en el Savoy , Muerte de un Policía, El hombre en el balcón, "La Maratón de Estocolmo" (muy libremente adaptada de "Los terroristas", el aspecto político de la novela desaparece en favor de una trama deportiva inexistente en la novela). Una nueva serie de ocho películas de televisión se realizó en 1997 a través de una productora internacional conjunta, basada en argumentos escritos para la ocasión en la que sólo se mantienen los personajes creados por Sjöwall y Wahlöö.

ROSEANNE (1965) de Hans Abramson.Versión cinematográfica de la primera novela en la cual aparecía el inspector Martín Beck, quien en esta ocasión es encarnado por Keve Hjelm, el encargado de descifrar el asesinato de una joven.


SAN FRANCISCO, CIUDAD DESNUDA (1973) de Stuart Rosenberg.Walter Matthau interpretó a Beck en esta adaptación de “El alegre policía”. Co-protagonizan Bruce Dern, Louis Gossett Jr. y Joanna Cassidy. UN HOMBRE EN EL TEJADO (1976) de Bo Widerberg.Un policía es asesinado en un hospital. Martin Beck intentará solventar el crimen. Con Carl-Gustaf Lindstedt en el papel protagonista. EL HOMBRE QUE SE ESFUMO (MANNEN SOM GICK UPP I ROK) (1980) de Péter Bacsó.En esta ocasión es Derek Jacobi, famoso por su protagonismo en “Yo, Claudio”, el encargado de dar vida al inspector Beck. EL COCHE DE BOMBEROS QUE DESAPARECIO (BRANDBILEN SOM FORSVANN) (1993) de Hajo Gies.Martin Beck investigará la explosión de una casa. Con Gösta Ekman en el papel principal. EL HOMBRE DEL BALCÓN (1993) de Daniel Alfredson. Ekman repite el papel de Beck en esta intriga que busca a un asesino en serie de niñas. EL MARATÓN DE ESTOCOLMO (1994) de Peter Keglevic. Adaptación de “Los Terroristas” con Gösta Ekman como Martin Beck, quien tendrá que impedir que un jardinero, en busca de venganza por la muerte de su esposa, no mate a una estrella de la canción que va a correr el maratón de Estocolmo. BECK (1997) de Pelle Seth. Pelle Seth se sirve del personaje creado por Sjowall y Wahloo para idear este film en el cual se intenta solucionar un caso que conlleva la aparición de un hombre muerto. Peter Haber es el protagonista de esta película y de una larga serie de películas de televisión que proseguirían a esta emisión cinematográfica.

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8. “La serie de Martín Beck” de Maj Sjöwall y Per Wahlöö”.


Por: Mariano Hortal |Lectura y locura | 24/04/2013

Han tenido que pasar casi 250 novelas de la excelente colección de novela negra de RBA en su Serie Negra para poder tener publicada, en su totalidad, las diez novelas que componen la serie del comisario Martín Beck; perpetradas por el comprometido matrimonio sueco Maj Sjöwall y Per Wahlöö, posiblemente nos encontremos ante una de las series más influyentes en el género europeo, no sólo para los nórdicos, punto de obligada referencia para entender la marea nórdica actual, sino para toda Europa.

En mi caso personal, la primera novela que leí fue la excelsa “El policía que ríe” (1968), novela que se caracterizaba por un argumento original que generaba una trama excitante en la línea más clásica de los grandes del género; a partir de ahí, comencé con “Roseanne” (1965) y se fueron publicando en estricto orden cronológico, que seguí a rajatabla, hasta este año 2013 donde hemos visto la publicación de la última: “Los terroristas” (1975). Vista en retrospectiva, hasta los dos últimos libros que comentaré más adelante, hay que reconocer que la serie resulta muy consistente en cuanto a calidad e interés por diferentes aspectos y, además, curiosamente, hay muchas variaciones en cuanto a la forma de planificar y realizar los libros. Para los neófitos en los autores suecos, intentaré explicar un poco la evolución de los libros. La Serie: En “Roseanne” (1965) asistíamos a la presentación de Martín Beck, el taciturno investigador y protagonista principal de la serie, y también a algunos de sus secundarios que se convertirán poco a poco en un elemento principal de la serie. El caso (el asesinato de una mujer en el fondo de un canal) entra dentro de la más firme tradición de novelas de investigador puro y duro. Empiezan a comprobarse las buenas maneras del matrimonio con una trama muy bien llevada. “El hombre que se esfumó” (1966) y “El hombre del balcón” (1967) suponen una transición inevitable y enriquecedora que nos llevará progresivamente a su obra maestra “El policía que ríe” (1968); experimentan con la narración cambiando los puntos de vista, añadiendo incluso el del asesino; aunque el protagonista principal es Martín Beck (que es dibujado a la perfección en sus relaciones personales), el resto de personajes ganan tal importancia que se vuelven prácticamente “corales” en la tradición del gran McBain y su comisaría del distrito 87. También se caracterizan por ser muy ingeniosos en la resolución de los casos, tramas hiladas con maestría y, desde luego, mucho sentido del humor.

“El coche de bomberos que desapareció” (1969), quinto libro de la serie, se convierte en la consolidación de lo que habían avanzado. En tradición con sus anteriores entregas, se trata de una novela coral clásica, donde la trama está muy bien hilada, el pulso narrativo está llevado con maestría, tiene humor… en fin, otra muy buena muestra de literatura policíaca que, además, tiene una resolución muy creativa. “Asesinato en el Savoy” (1970) es un giro radical en el estilo de los suecos, la novela se convierte en un pretexto claro para la crítica evidente (no sutil como en las anteriores) de una sociedad sueca desgastada por el crimen. Una clara muestra de novela social donde los escritores cargaron contra el capitalismo, las grandes empresas que lo controlan todo confabuladas con un estado corrupto. Todo ello redunda en una trama que es bastante más floja que la de las anteriores y sin ese punto de genialidad. Aún así, está estupendamente escrita, con descripciones muy gráficas pero al mismo tiempo cargadas de detalles y que resultan entretenidas. Una obra, aún así, por encima de la media


“El abominable hombre de Säffle” (1971). Tras la novela de transición anterior donde parecían haber perdido un poquito la chispa, aquí los volvemos a recuperar en plena forma, creando una trama excelente sobre la corrupción y la brutalidad policial de la sociedad sueca de la época de los setenta. Novela cargada de grises y que hacen llevar a Beck y a sus compañeros a tomar posiciones ante una situación difícil, llegando a plantear dilemas de todo tipo, tanto éticos como de funcionamiento del propio cuerpo de policía y la sociedad. “La habitación cerrada” (1972). Supone la revisitación del clásico de las novelas policíacas en su vertiente más detectivesca. Una obra teñida nuevamente de la vertiente más amoral de una sociedad en descomposición. Muy densa, con una progresiva desmoralización que fructificará definitivamente en la novena novela de la serie que comentaré más adelante. Los dos últimos libros

“El asesino de policías” (1974) se convierte en la novela que cierra un círculo, Beck vuelve a sus inicios, el caso de Roseanne, con el mismo acusado Folke Bengtsson y un caso de similares características en la misma zona en que se produjo el primero. A pesar de la amargura de Martín, hay resquicios de una belleza que contrasta severamente con la crisis de la sociedad de bienestar. “De pronto pensó en un par de frases inconexas de la quejumbrosa cantinela general acerca de las cada vez peores condiciones que reinaban en el país. Suecia es un país espantoso, pero sin duda es espantosamente hermoso. Alguien lo había dicho o escrito, pero no recordaba quién.” Crisis que se ejemplifica sobre todo en el cuerpo policial: “-No, yo sé lo que usted piensa – gritó-. Piensa que yo le he hecho algo a Sigbrit. Pero no le he hecho nada. ¿No puede entender eso? Malditos maderos, sois todos iguales, aquí y en todas partes. Los policías sois ratas de cloaca y para lo único que servís es para subir a bordo a pillar alcohol y cigarrillos a cambio de dejarnos en paz.” Y en el propio Estado: “Estado de Derecho. La expresión estaba desde hacía tiempo tan corrompida que muchos suecos no osaban pronunciarla y otros se echaban a reír cuando alguien la mencionaba en serio. Ciertamente, existía una ley, pero la evolución de los últimos años había demostrado que esa ley podía subvertirse a conveniencia por las autoridades y el régimen. Los que estaban en el medio eran de costumbre los ciudadanos.” El final es una vuelta de los personajes y la recuperación de la trama a una ligera coralidad sin perder de vista el papel de Beck, un Beck crepuscular pero no tan amargado sino rehaciendo una vida que no entendió en un principio. No es su mejor novela pero, indudablemente, es una buena novela policíaca.

“Los terroristas” (1975), la última novela comienza con una nota de humor, ya que la perspectiva cambia al gigantón Gunvald Larsson: “Es cierto que tiene tendencia a ser un poco bruto y grosero y se comporta de modo demasiado despótico. Pero no se puede negar que es uno de nuestros mejores inspectores criminales, a pesar de que le cuesta obedecer órdenes y atenerse a las normas.” En su progresivo viraje hacia la crítica social y al supuesto Estado de Bienestar, en esta última entrega se centran en la justicia: “En gran medida tenía razón. Los miembros del jurado eran elegidos entre la escoria de los partidos políticos, a menudo tenían una censurable relación de amiguismo con el fiscal o se dejaban dominar por jueces de carácter resuelto, que, básicamente,


los despreciaban. En su mayoría no se atrevían a contradecir a las autoridades judiciales y a menudo no eran sino representantes de la mayoría silenciosa de la nación, quien ponía todo su empeño en conseguir el orden a base de leyes sumarias y no mucho más.” De lo micro, pasarán a lo macro, las autoridades del país son fuertemente censuradas, como podemos ver en la conversación de la pobre Rebecka Lind con Beck: “Sólo me habrían enviado a unos asistentes sociales y luego me habrían quitado a Camilla. Yo no creo que se pueda confiar en las autoridades de este país. No les preocupa la gente común, los que no son ni famosos ni ricos, y lo que ellos llaman ayuda no es ayuda de verdad. Simplemente te engañan.” Lo mejor del crepuscular Beck es que, a pesar de no estar de acuerdo con lo que vive, no entra en una espiral de autodestrucción como en otras novelas del género sino que más bien, reconstruye su vida hasta llegar una felicidad mayor de la que poseía antes; es un buen tipo, los autores están muy de acuerdo, y lo podemos comprobar en palabras de Rhea, su amante: “-Tú eres un tío estupendo Martín. Pero tienes un trabajo de mierda. ¿A qué clase de personas metes en la cárcel por asesinato y otros horrores? ¿Cómo hace poco? ¡Un currante marginado que trataba de vengarse del cerdo capitalista que había arruinado su vida! ¿Cuántos años le van a caer?” Y cómo no, su gran amigo Kollberg en esa conversación final: “-Lo que haces mal, Martín, es trabajar donde trabajas. Es un mal trabajo. En una mala época. En una mala parte del mundo. En un mal sistema.” Posiblemente esta última novela, la más voluminosa, sea el ideal al que trataban de aspirar y que reunía sus aspiraciones para construir una novela negra. En mi opinión no es la mejor, la trama está más diluida y menos elaborada; sin embargo es un digno colofón a una serie excelente y que tiene en sus primeras novelas, sobre todo hasta “El policía que ríe” y “El coche de bomberos que desapareció” sus momentos más sublimes. Como dice Liza Marklund en el prólogo de “El asesino de policías” : “La pareja SjöwallWahlöö estableció un nuevo estándar para la narrativa político-criminal, conjugando una alta calidad literaria con hábiles intrigas dramáticas, así como añadiendo un compromiso social que proporcionó un especial ardor a sus páginas. La combinación de su gran éxito creo que radica en la combinación de estos tres factores, y el tercero es quizás el más importante” Totalmente de acuerdo en lo que comenta Marklund, la pareja sueca aspiraba a que sus novelas se convirtieran en una forma de denunciar las injusticias sociales y fueron transformándolas, partiendo de la base de novela negra norteamericana, en este tipo de novela de denuncia sin olvidar, claro, está, la trama policíaca. Quizá añadiría dos detalles más: los personajes, gracias a la coralidad que manejaron, todos ellos evolucionaron y es imposible olvidarse ahora de los entrañables Beck, Koellberg, Larsson, Melander o Rönn, verdaderos protagonistas de todas las historias; el segundo detalle es el sorprendente buen humor, con escenas dignas de los hermanos Marx que no puedo negar que me sacaron carcajadas. Creo que he relatado con exactitud las virtudes de estos clásicos de la novela policíaca europea y mundial. Si alguno no los ha empezado a leer, es un momento excelente para disfrutarlos. Son grandes, muy grandes. Los echaré mucho de menos. Han sido muchos años y muchas sensaciones. PS: Los párrafos citados pertenecen a las ediciones de RBA en su serie negra de “Los Terroristas” y “El asesino de policías” de la traducción del sueco de Elda García-Posada.

http://lecturaylocura.com/la-serie-de-martin-beck/

9. Prologo de “El hombre que se esfumo” . Val Mcdermind


La primera vez que fui a Estados Unidos, en 1979, tuve que comprar otra maleta para traerme todos los libros a casa. Descubrir que había libreros especializados en literatura de misterio fue, de alguna manera, como ir al cielo sin tener que morir primero. Había numerosos autores de literatura negra cuyos libros sólo podían adquirirse allí —irónicamente, algunos de ellos británicos— y, en aquellos días anteriores a Internet, la única manera de conseguirlos consistía, al parecer, en ir allí físicamente y comprarlos. Cosa que hice. En cantidades industriales. Entre los libros de la bolsa de viaje había diez paper-backs, editados en el formato negro de Vintage Press. Se trataba del decálogo de novelas policíacas escritas por el matrimonio sueco formado por Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Habían estado en mi lista de libros de lectura obligada desde el momento en que supe de ellos gracias a Bloody Murder, el libro en el que Julián Symonds ofrece una insuperable visión panorámica del género negro. Dice allí: «Se les podría clasificar de novelas policíacas, pero los autores se interesan más por las implicaciones filosóficas del crimen que por el mero procedimiento policial… Tienen un carácter marcadamente individual y son muy buenas». Supongo que fue una jugada un tanto arriesgada comprar las diez novelas sin más recomendación que ésa. Pero es una jugada de la que nunca me he arrepentido. Cuando se lee la serie de Martín Beck con ojos del siglo XXI, es casi imposible advertir lo revolucionarios que resultaban en el momento de su primera aparición, hace más de cuarenta años. Son muchos los elementos que aparecen por primera vez en estas novelas que luego se han hecho esenciales, hasta el punto de convertirse en lugares comunes del subgénero del procedimiento policial. Numerosos componentes que damos por descontados y que nos hacen incluso suspirar de tedio, tienen sus raíces en la obra de una pareja de periodistas metidos a escritores de novela negra. A mediados de la década de 1960, cuando Sjöwall y Wahlöö comenzaron a escribir, eran ya numerosos los ejemplos de novela de procedimiento policial. Si retrocedemos hasta la época dorada de la década de 1930, encontramos, entre los pioneros, al inspector Alleyn de Ngaio Marsh y al inspector French, de Freeman Wills Crofts. Tras ellos vinieron, en rápida sucesión, personajes como el Gideon de J. J. Marric y, al otro lado del Atlántico, Ed McBain. Común a todos estos ejemplos de “roman policier” es su compromiso con el statu quo. Su mundo se divide en negro y blanco, el bien y el mal, la razón y la sinrazón, sin perturbadoras áreas grises intermedias. Hombres malos —y, excepcionalmente, mujeres malas— hacen cosas malas y, con ello, quedan necesariamente abocados a un mal fin. Los oficiales de policía son honrados y respetables padres de familia que creen en el imperio de la ley y en la justicia administrada por su propia mano. Un policía corrupto es casi impensable. Un policía incompetente, sólo un poco menos. El protagonista de la serie puede tener un compañero, invariablemente de menos talento y a menudo más fornido, pero apenas se hace mención del resto de la brigada, cuya labor rutinaria pasa, en su mayor parte, desapercibida (MacBain, más adelante, se convirtió en una excepción a esta regla, pero en las primeras novelas de la serie sobre el Distrito 87, Steve Carella ocupa invariablemente el centro de la escena). El procedimiento policial era siempre patrimonio de un héroe particular. No había espacio para compartir el candelero. Los libros de Sjöwall and Wahlöö son diferentes. Aunque generalmente conocidos como las novelas de Martín Beck, en realidad no tratan de un individuo. Son piezas de coral. Beck no es una especie de inconformista solitario que actúa enteramente al margen de las reglas y con mal disimulado desprecio hacia los pobres mortales que le rodean. Y tampoco es un genio portentoso dotado de un talento extraordinario, ante el cual los mortales retroceden estupefactos, contemplando cómo inexorablemente los conduce a la resolución


del desconcertante misterio. Tampoco tiene glamour. Ni es vástago de familia noble, ni marido de una famosa retratista, ni un personaje extravagante que resuelve misterios incomprensibles arqueando una de las dos cejas. No, Martín Beck no es ninguna de estas cosas. Es un hombre incansable, de mediana edad, con problemas de estómago, cuyo matrimonio se va desintegrando lentamente a lo largo de la serie. Y no por una turbulenta infidelidad o por un choque de los sistemas de creencias, sino más bien por la especie de callada desesperación que surge entre dos personas que una vez se amaron pero que de repente ya no tienen nada en común, además de los hijos y el domicilio. Es también una especie de idealista, obligado por su oficio a afrontar el abismo entre lo que realmente existe y lo que debería existir en un mundo ideal. Su vida está impregnada por la conciencia de este abismo, que le lleva a deprimirse y, en ocasiones, al fatalismo sobre si lo que hace sirve, en realidad, de algo. Además, forma parte de un equipo cuyos miembros son personajes plenamente caracterizados. Sus fuerzas y flaquezas quedan contrapesadas por las de sus colegas. Él se apoya en ellos de la misma manera que ellos en él. Se trata de un mundo en el que las ideas se ponen en común, en el que ningún individuo tiene el monopolio de la perspicacia, de la ocurrencia brillante. Las tareas monótonas, tediosas, no se realizan fuera de escena, encomendadas a subalternos irrelevantes. Martín Beck y sus subordinados comparten la acción y la rutina. A lo largo de las diez novelas, se ponen a prueba tanto las amistades como las enemistades, y todos los personajes quedan retratados como individuos dotados de virtudes y vicios, en distinta medida. Todo esto sería, por sí mismo, suficiente para distinguir estos libros, diferenciándolos del montón. Pero Sjöwall y Wahlöö añaden además otros elementos que ponen de manifiesto la singularidad de su visión. Las tramas, por ejemplo, no tienen nada que envidiar a las de nadie, tanto en temática como en estructura. A veces es el punto de partida lo que resulta sorprendente: una situación aparentemente anómala que conduce, sutilmente, al corazón de algo mucho más tenebroso. Otras veces, en cambio, es la elección de la cuestión de fondo lo que nos desconcierta: somos inducidos a creer que estamos ante un determinado tipo de historia, pero, de repente, nos hallamos en un lugar completamente distinto. Sea cual sea el rumbo que tome la historia, Sjöwall y Wahlöö siempre encuentran maneras para coger desprevenido al lector, obligándonos a revisar nuestra forma de ver el mundo. Y luego está ese aspecto que Julián Symonds captó tan sagazmente: su interés por los aspectos filosóficos del crimen. Actualmente, se da por hecho que la novela negra es capaz de analizar la sociedad, de arrojar luz sobre nosotros mismos. La mejor novela negra contemporánea nos enseña cómo funciona nuestra sociedad, poniendo de manifiesto los estratos y patrones sociales. Puede retirar la superficie, dejando al descubierto lo bueno y lo malo, y puede valerse tanto de los per-sonajes como de las tramas para fustigarnos por nuestros pecados. Pero en los tiempos en que Sjöwall y Wahlöö comenzaron a escribir, todas estas tareas estaban encomendadas a los novelistas de la literatura de prestigio. De los escritores de género negro sólo se esperaba entretenimiento. El dúo sueco demostró así que había una forma distinta de escribir sobre el crimen. La mirada de Martín Beck y sus colegas es un espejo en el que se refleja la sociedad sueca de la época, en la que los ideales del estado de bienestar comenzaban a ceder bajo el peso de la realidad de la vida diaria. Tratan incansable e inquebrantablemente sobre lacras y problemas sociales, aunque sin olvidar nunca que están escribiendo novelas, no panfletos. Saben revestir sus preocupaciones sociales en tramas de acción trepidante, sin perder nunca de vista la necesidad de mantener enganchado al lector.


El resultado final, aunque serio en sus pretensiones, dista mucho de ser lúgubre. Sjöwall y Wahlöö tienen el don del humor. Éste se pone de manifiesto en el ingenio de Beck, negro y malicioso, pero también en la farsa disparatada que estalla de vez en cuando, generalmente protagonizada por Kristiansson y Kvant, un par de agentes tan estúpidos como desafortunados. Sus interludios bufonescos resultan tan divertidos para el lector como frustrantes para los detectives. Antes de Sjöwall y Wahlöö, una pareja semejante de «Keystone Kops» hubiera sido impensable, pues vienen a minar la seriedad de la investigación policial, trasladándola directamente al ámbito de la conducta humana normal. En muchos aspectos, no obstante, El hombre que se esfumó constituye una excepción respecto de las otras novelas. En su mayor parte, la acción se desarrolla fuera de Suecia, en Budapest, en un momento en que la Guerra Fría seguía siendo un inquietante rumor de fondo en la vida de todo el mundo. En buena parte del libro, Beck está solo en un país extraño, sin apoyo y sin una comprensión visceral de la sociedad en la que intenta operar. Su investigación sobre la desaparición de un periodista sueco parece estrellarse a cada momento contra un muro, y se hace cada vez más desconcertante a medida que se producen nuevas revelaciones. Pronto caemos en la cuenta de que Beck no va a poder resolver el caso por sí mismo. Y para conseguir que las piezas encajen, revelando una verdad que consigue ser a la vez banal y original, se ve obligado a recurrir a la ayuda de sus colegas en Suecia y de fuentes inesperadas en la propia Budapest. En 1971, con El alegre policía, Sjöwall y Wahlöö ganaron el premio Edgar a la mejor novela, concedido por la Asociación de Escritores de Misterio de EE. UU. Sigue siendo, todavía hoy, la única novela traducida que ha obtenido este galardón. Para mí, esto no es particularmente sorprendente. Y les puedo asegurar que, si leen sus libros, acabarán dándome la razón. A mí, y a los demás escritores de serie negra, que somos plenamente conscientes de cuánto le debemos a esta pareja de periodistas suecos, metidos a novelistas. val mcdermid

http://www.ellibrepensador.com/2007/11/21/de-suecos-y-suecas/

10. "La mayoría de escritores nórdicos son nefastos" Por: Aurora Intxausti | El País |24/01/2013,


Maj Sjöwall

Si alguien imagina que Maj Sjöwall es una venerable anciana, silenciosa y con escaso carácter se equivoca de plano. En esta entrevista muestra cómo tiene las ideas tan claras como cuando escribió con su esposo Per Wahlöö la decena de novelas de las que se embriagaron toda una generación de jóvenes y no tan jóvenes de los países escandinavos. Ello dio pie a que finales del siglo XX y principios del siglo XXI se extendieran por Europa un grupo de escritores nórdicos que se inspiraron en ellos y que triunfaron, algunos de ellos de manera inexplicable. Escribir las diez novelas “fue un proyecto que los dos teníamos claro que debía tener un principio y un fin. Con esas obras queríamos denunciar una Suecia que de cara al exterior era idílica y que para nosotros, que la estábamos viviendo, era una absoluta degradación de los que habíamos imaginado”. Maj Sjöwall (Estocolmo, 1935) después de trabajar en varias revistas con artículos periodísticos entró a trabajar en la editorial Wahlström & Widstrand. Desde los 19 años compartió su trabajo de periodista con la de traductora. En la revista Idun, con la que empezó a trabajar en 1961, conoció al que sería su compañero durante 14 años: Per Wahlöö, un nombre que todavía hoy pronuncia con admiración. Se casaron en 1962 y su primera novela, Roseanna con el detective Martín Beck la publicaron en 1965."Escribíamos entre los dos pero era él el que siempre tenía todo más claro". Comunista convencida, declara sin ambages, que “Olof Palme –político sueco, líder del Partido Socialdemócrata y ex primer ministro de Suecia cuando fue asesinado- nos traicionó. Hizo creer a los ciudadanos que vivíamos en una sociedad del bienestar y esa sociedad fue degradándose poco a poco hasta encontrarnos en una situación peor a la que estábamos cuando empezaron las reformas. Lo mismo que está sucediendo en Europa. Fue un estafador”. Sin embargo se ha demostrado que el comunismo no ha funcionado en los países donde se instaurado. “Creo que han sido los políticos quienes no han sabido ponerlo en práctica. Considero que el ser humano podría vivir en un sistema comunista, pero no ha habido nadie que lo haya sabido poner en funcionamiento. El egoísmo del individuo hace que no sepa valorar lo público como algo de todos. Se aprovecha de las situaciones cuando las cosas las tiene a su alcance, sin pensar en el otro. Un grave error difícil de solucionar”. ¿Por qué diez novelas? “Era lo que habíamos decidido desde el principio y, a pesar del éxito que tuvieron en su momento, y veo que ahora también en España, no estábamos dispuestos a romper nuestro compromiso. En ellas, a través del inspector Martín Beck, queríamos mostrar esa Suecia nada


idílica que se estaba vendiendo. Transmitir nuestros pensamientos y nuestra forma de ver la vida. Y trabajar en un género que nos gustaba a los dos y en el que podíamos trabajar juntos sin problemas”. El primer título que publicaron fue Roseanna y al siguieron El hombre que se esfumó; El hombre del balcón; El policía que ríe; El coche de bomberos que desapareció; Asesinato en el Savoy; El abominable hombre de Saffle; La habitación cerrada; El asesino de policías y Los terroristas, todos traducidos al español por la editorial RBA en España. Sjöwall rechaza con rotundidad el título de “la dama de la novela negra escandinava”. “Lo que hicimos Per Wahlöö y yo fue abrir la puerta del género de los autores suecos, un género que siempre ha estado denostado, pero que ha demostrado que sirve a los escritores para mostrar la realidad, las miserias más ruines del ser humano y , en definitiva, contar lo que está sucediendo en una sociedad en un momento concreto. Nuestras novelas escritas hace 50 años tienen absoluta vigencia en estos momentos". La autora de Los terroristas es critica con el boom literario que vive el género negro de los países nórdicos. Es ficticio. La mayoría de las obras que se publican son malísimas y otras ni tan siquiera deberían haber sido editadas”. Es una mujer que tienen las ideas tan claras que no se achanta a la hora de decir lo que piensa, aunque sus declaraciones sea duras y pueda molestar a sus compatriotas. "La literatura de algunos autores suecos es no solo pobre, sino pobrísima. Hablan de crímenes, pero no tienen ni idea de construir una trama y ni tan siquiera saben lo que quieren contar. Son tan malas que son imposibles de leer porque no van al grano". Eso no quiere decir que sea capaz de reconocer a buenos autores del género negro y cita entre ellos a la escritora francesa Fred Vargas, al italiano Andrea Camilleri o al español Manuel Vázquez Montalbán, que ha leído en inglés.Tres estilos totalmente diferentes de los que destaca su calidad literaria. Maj Sjöwall argumenta que la publicación masiva de autores nórdicos se debe a una estrategia puramente comercial "sobre todo destinado al mercado alemán".No le gusta el escritor Henning Mankell, cuyas obras son seguidas por millones de lectores en todo el mundo porque, según explica, "carece de sentido del humor y es muy aburrido, igual que su inspector Kurt Wallander". Y ¿Stieg Larsson y su trilogía Millennium que ha vendido tantos millones de ejemplares? "Solo he leído la primera parte porque no me gustan los tochos. Su habilidad ha sido la de saber crear a una hacker Lisbeth Salander, un personaje muy moderno con el que ha logrado actualizar el género". Algunas de las obras de este matrimonio sueco han sido llevadas al cine. La primera de ellas fue Roseanna, dirigida por Hans Abramson. El inspector Martín Beck fue interpretado por Keve Hjelm responsable de descubrir el asesinato de una joven. San Francisco, ciudad desnuda, de Stuart Rosenberg, basada en la novela El policía que ríe, fue el actor Walter Mattau quien se encargó de convertirse en Beck.Un hombre en el tejado, de Bo Widerberg, fue el actor CarlGustaf Lindstedt quien se responsabilizó de descubrir el asesinato de un policía en un hospital. El actor Derek Jacobi, famoso por protagonizar la serie Yo Claudio, se metió en el papel del inspector Beck en Mannen son gick upp i rock. Gösta Ekman fue el protagonista de El hombre del balcón y el Maratón de Estocolmo, ésta última basada en la novela Los terroristas. http://blogs.elpais.com/elemental/2013/01/-la-mayor%C3%ADa-de-escritores-n%C3%B3rdicos-sonnefastos.html


11. “El verdadero crimen es el de la socialdemocracia sueca con la clase trabajadora”. La escritora sueca Maj Sjöwall recibe el octavo Premio Pepe Carvalho, acto cumbre del festival de literatura de género BCNegra. Rosa Mora Barcelona| El País 07/02/2013

La escritora sueca Maj Sjöwall, autora, junto a su marido, el desaparecido Per Wahlöö de la serie de novela negra del detective Martin Beck, posa en Barcelona. / JOAN SÁNCHEZ Maj Sjöwall y Per Wahlöö escribieron sus 10 novelas del inspector Martín Beck a mano y sentados uno frente a otro. “Trabajamos muchísimo antes de escribir Roseanna, la primera, porque no es fácil hacerlo a cuatro manos ni tener la misma inspiración. Queríamos que la mezcla de nuestros dos estilos fuera perfecta y queríamos un lenguaje fácil y periodístico”, explicó ayer la escritora sueca Maj Sjöwall , horas antes de recibir el octavo Premio Pepe Carvalho, el acto cumbre de BCNegra. Lo del humor, presente en cada una de las novelas, les fue fácil. “Los dos teníamos un gran sentido del humor”. Hicieron el esquema de las 10 novelas y la biografía del inspector Martín Beck y de otros personajes habituales. Cada novela tendría 30 capítulos y aparecería una al año. Titularon la serie Novela de un crimen. “Muchos piensan que nos referimos a los crímenes que aparecen, pero no. El verdadero crimen es el de la socialdemocracia sueca que traicionó a la clase trabajadora”. Sjöwall (1935) y Wahlöö (1926-1975) militaron en el Partido Comunista sueco. “Nos afiliamos porque apareció un líder intelectual dispuesto a transformarlo y adaptarlo a Suecia, más moderno, más marxista y menos estalinista. Nosotros trabajamos en una revista semanal del partido para jóvenes. Lo dejamos en 1969, después de lo sucedido tras la Primavera de Praga. Además, a mí lo del activismo no me iba mucho”. La pareja concibió la serie como un proyecto político y eligieron el género negro para llevarlo adelante. “Queríamos ser muy realistas y mezclar la política y el discurso con el


entretenimiento. Realismo y humor, esta es la clave. Queríamos que nos leyeran, vender muchos libros”. Las novelas están llenas de guiños. En las primeras páginas de Roseanna, aparece un turista vietnamita. ¿Un turista vietnamita en la Suecia en los años sesenta? No puede ser. “Es uno de esos detalles escondidos que nos gustaban tanto. Estábamos contra la guerra de Vietnam. Yo a veces introducía palabras raras y los lectores me decían que las tenían que consultar en el diccionario. Mejor, así paráis de leer y podéis reflexionar un poco, contestaba yo”. Sjöwall tiene la biografía de Martín Beck en la cabeza: “Nació en 1922 y antes que ser reclutado por el Ejército en la II Guerra Mundial prefirió hacerse policía. A medida que asciende en el escalafón se da cuenta de que no le gusta mandar, que prefiere seguir pateando las calles. Es un funcionario diligente y tiene empatía, por eso es un buen interrogador. Se dedica intensamente al trabajo y su mujer se va amargando poco a poco. A mitad de la serie, se divorcian. En los últimos tiempos ya no le gustaba demasiado su trabajo. Se jubila a los 65 años, se reúne con sus hijos y juega al ajedrez. A Martín Beck no le gustaría esta sociedad tan informatizada”. Roseanna fue la primera que se publicó, en 1965, y Los terroristas, la última, en 1975. “Per murió antes de publicarla y dos meses antes de la muerte de Franco”. Con el objetivo cumplido, Sjöwall dejó de escribir novela negra y también de leerla. Se dedicó a la traducción. “No tengo ganas de vincularme a un mundo editorial cada vez más mediático”. Tiene tres hijos, cinco nietos y un biznieto que ocupan casi todo su tiempo. Ha viajado a Barcelona acompañada por su nuera, Lottis Wahlöö, casada con su hijo Tetz. Acabada la rueda de prensa y las entrevistas, Maj solo pensaba en ir a beber una cerveza y comer tapas, dijo en un rudimentario castellano. “Es la tercera vez que visito Barcelona y siempre ha sido por poco tiempo, me gustaría volver con más calma”. Los libros de Martin Beck empezaron a aparecer en España en los años setenta, pero sin orden ni concierto. Fue RBA la editorial que decidió publicarlos por orden cronológico desde 2007. Acaba de aparecer el último, Los terroristas. Casi todos llevan prólogos de autores como Henning Mankell, Jonathan Franzen, Jens Lapidus, Michael Connelly o Jo Nesbo. A Sjöwall no le apetece hablar de la crisis económica. ”No entiendo de dinero ni de economía ni de finanzas. Suecia ha cambiado como todo el mundo. El dinero es ahora lo más importante. Creo que el periodo de inocencia de Suecia acabó con el asesinato de Olof Palme. En mi época las cosas iban más despacio. Es difícil digerir todo lo que está pasando”. Sjöwal y Wahlöö son considerados los maestros de la novela negra nórdica, pero Sjöwall opina que ella y su marido no tienen discípulos. “Los libros que me gustaría leer no existen. Escriben historias medio de amor medio criminal en las que no me reconozco. Los autores ya no se interesan por la política, solo por el dinero. En una historia de amor ponen cuatro cadáveres y un policía y ya está: una novela un poco esquizofrénica. Hay menos compromiso político”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/02/07/actualidad/1360261360_874657.html


12. EN CONNIVENCIA CON LO PEOR. LORENZO SILVA. EL MUNDO. 04/02/2013

En cierto pasaje de la décima y última novela de la serie del inspector Martín Beck, Los terroristas (recientemente reeditada en España por RBA), los escritores suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö describen de este modo un indeterminado país latinoamericano: «A pesar de las diferencias, en general ese país era, al igual que Suecia, una democracia simulada, gobernada por una economía capitalista y por cínicos políticos profesionales». Imagínese la afrenta que representaba para los políticos suecos de la época (1975) semejante comparación. Es muy probable que todos ellos la repelieran como la boutade de un par de comunistas. Lo cierto es que lo eran, pero también que cuatro décadas más tarde a ambos se les considera unánimemente como los máximos referentes del género negro europeo, y que autores hoy leídos por millones de lectores, como Henning Mankell o Stieg Larsson, se sitúan a su estela, entre otras cosas, al denunciar la falsedad y la corrupción de un estado de bienestar que lo es, en primer lugar, de bienestar de su clase dirigente, y donde el poder antepone una y otra vez el interés privado al general. En esta su indiscutida calidad de precursora, Maj Sjöwall, la superviviente del dúo, recibirá el jueves en Barcelona el Premio Carvalho. Hay ocasiones y coyunturas en que afirmaciones o interpretaciones que en otra circunstancia podrían pasar por extremistas se instalan en la conciencia colectiva como una hipótesis dolorosamente plausible. El goteo constante de casos de corrupción en los últimos tiempos, barriendo todo el espectro político, desde el partido del Gobierno hasta el primero de la oposición, sin excluir los que lo son (gobernantes y opositores) en comunidades tan significativas como Cataluña, y alcanzando al entorno próximo a la propia jefatura del Estado, han precipitado a buena parte de la ciudadanía española a una intuición no muy alejada de la mordaz descripción literaria que encabeza estas líneas. De tanto ver desfilar a gente que desde el poder o sus aledaños decidió hacer suyo el dinero público, amén de evadir los impuestos que le correspondía soportar, son muchos los españoles que tienen la sensación de que habitan en una ficción democrática que encubre una realidad mucho más ruin y descarnada: la colusión entre sedicentes servidores públicos y astutos ventajistas privados para desvalijar la caja común y engordar las suyas. Llegados aquí, es pertinente puntualizar un par de cosas. La primera, que no podemos extraer conclusiones definitivas ni formular juicios terminantes en tanto los indicios puestos de manifiesto no adquieran, con garantías suficientes para los acusados, la condición de imputaciones fundadas. No se trata de la mecánica y huera apelación a la presunción de inocencia, sino de recordar que es fácil acusar sin pruebas y que siempre hay quien tiene interés en eludir sus propias responsabilidades señalando otras, reales o imaginarias. La segunda es que toda generalización entraña una simpleza, y que presuponer una indiscriminada y masiva deshonestidad entre quienes se dedican a la política resulta tan incoherente y ajeno a la experiencia como pretender que toda la humanidad está compuesta por malvados. Cabe presumir, alguna prueba tenemos, que hay no pocas personas dignamente comprometidas con el servicio público. Ahora bien, sentado esto, los hechos y personajes que tenemos encima de la mesa, y el momento en que afloran, impiden despachar el escándalo con esas dos consideraciones de carácter general, tan ecuánimes como aquí insuficientes. Pensemos que la ciudadanía que enjuicia los acontecimientos está hundida en una crisis económica feroz, sometida a continuos ajustes y a permanentes aumentos impositivos que en muchos casos llegan a gravar una


capacidad económica inexistente: no la tiene el autónomo ni el pequeño empresario para ingresar cada trimestre el IVA que no ha podido cobrar (y acaso jamás cobre), ni el trabajador precario o en paro para sufrir nada menos que un 21 por ciento de imposición por algo tan básico como encender la luz por la noche. Sin embargo, se les exige que paguen, y pagan. Cómo esperar que estos ciudadanos se traguen sin rechistar, por ejemplo, que un señor que era senador y trabajó 20 años como alto cargo de un partido político se llevaba a Suiza millones de dinero negro que blanqueó merced a una amnistía fiscal aprobada por sus compañeros. El torpedo va directo a la línea de flotación y al corazón de la credibilidad de los que gobiernan. En cuanto a los salpicados, su calidad impide despachar los hechos, sin más, como acciones aisladas y que no manchan ni extienden la sospecha más que a ellos mismos. Hablamos, empezando por el propio Bárcenas, de personas muy cercanas a quienes encarnan instituciones cruciales, de personas que estuvieron ahí durante muchos años, por cuyas manos pasaron demasiadas cosas, y pudieron pasar aún más. El ex alcalde de Lloret de Mar, ciudad donde (presuntamente siempre) se tomaban decisiones urbanísticas y fiscales en beneficio de un mafioso ruso, llegó a sonar como candidato para dirigir la Policía autonómica catalana. Se trata de esta clase de daños, que llegan a afectar a la misma seguridad del Estado, exponiendo la gestión de lo público a los manejos de sus más peligrosos enemigos. Al margen de quien haya cogido o no sobres o pagado o no sus impuestos, asunto que la Justicia deberá indagar y dilucidar, lo que resulta obvio es que han fallado, de forma inaceptable, los controles dispuestos para evitar que quien recibe la encomienda de velar por los intereses del común se dedique a trabajar contra éste, para sí y en connivencia con lo peor. Demos las gracias a esos jueces, lentos pero por fortuna independientes, y a esos policías que se juegan mucho en el envite de ir a por un poderoso (lo que el saneamiento de la política catalana, por ejemplo, le debe a la Guardia Civil, es deuda que algún día habrá de reconocerse). Pero ya es hora de empezar a ahorrarles trabajo. Corromperse no sólo es inmoral, también es estúpido, porque te mezcla con gente que no es de fiar y que, en cuanto las cosas se tuercen, se convierte en tu sepulturera. Aprendan la lección quienes tienen responsabilidades, desinfecten lo hecho hasta aquí, les cueste lo que les cueste, y preparen un futuro en que no nos asalten estas inmundicias. Más que una exigencia ética, es diligencia inexcusable para administrar un país que no puede volver a protagonizar semejante fracaso colectivo. Lorenzo Silva es escritor. Su última novela es La marca del meridiano, premio Planeta en 2012.

http://www.caffereggio.es/2013/02/04/en-connivencia-con-lo-peor-de-lorenzo-silva-en-el-mundo/


13. Genealog铆a de la novela n贸rdica de denuncia social. Paula corroto. Publico.

http://www.publico.es/culturas/263155/asa-larsson-se-come-a-stieg



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